¿...a dónde van?
Hoy volví a encontrarme con el charlatán del silencio que me habló de todo aquello que callamos.
Y me surge la incógnita…, ¿a dónde van las palabras que no decimos?
Puede ser que caigan en un saco roto, sí, que en apariencia lo está, pero en realidad no. Pasa el tiempo en forma de horas, días, o años y llegas a la conclusión de que ese saco tenía fondo, una base donde se han ido quedando acumuladas, y mientras este transcurre de forma implacable, se van llenando de humedad y polvo, aguardando pacientemente el momento de emerger.
Puede ser que se las lleve el viento, también, pero el viento no siempre sopla en la misma dirección, y en cualquier momento puede traértelas de vuelta a casa.
Puede ser que las grites en soledad desde lo más profundo de tus entrañas y que parezcan perderse en la inmensidad del eco, pero el eco te las regresa llenándote el alma de gritos mudos.
El superpoder que tiene lo que no decimos es la inmortalidad sin siquiera haber nacido.
Permanece agazapado esperando el instante preciso para herirte con el zarpazo que una cicatriz te recordará por siempre.
Las palabras que no decimos duermen en el álbum de fotos de nuestra memoria, o viven, no-muertas del todo, en el cementerio del olvido.
Las que no decimos por miedo, son aquellas que nos miran con indulgencia regalándonos el perdón al que no hemos sabido darle espacio.
Otras, las menos, consiguen ser olvidadas porque por mucho que hayan sido pensadas para un destinatario, te das cuenta que nada ni nadie es verdaderamente merecedor de ellas, sobre todo nosotros mismos. No son dignas de albergarlas en nuestro corazón, hacen cosquillas un tiempo y pasan de largo junto con el furor del momento.
Y las que mas duelen, las que no decimos por orgullo, aquellas a las que no
hemos sido capaces de darles luz, y nos miran con desdén y ganas de darnos
una bofetada, arrebatándonos la mínima posibilidad de ser felices por no haber
tenido el valor de decir un "no te vayas", o un "te quiero" a tiempo, esas que
caminan de la mano con las miradas que algún día partieron…
Porque todo aquello que no decimos…, sangra a herida abierta.