A Marcelo.
Sentada frente a vos me quedé prendada de la sencillez de tu alma.
Nos delineamos en miles de historias y en un fugaz intervalo de tiempo sentimos que ya no nos separaríamos más.
Y así comenzamos la andadura del amor. A pesar de las bocas que no apostaban por nosotros, aquí estamos unos cuantos años después.
Confieso a través
de estas palabras mis ganas de dejarte alguna vez, que supongo mutua porque el
tiempo hace estragos en el corazón, o quizás necesite justificar mi
razón.
La rutina se impone como sentencia y nos vamos olvidando de sentir, obligándonos a seguir adelante porque es lo que se debe, lo que toca, lo que hace todo el mundo.
Así y todo, hemos intentado sobrevivir a esa imposición de la vida disfrutando de los momentos sencillos cuando teníamos todo y más aún, cuando no teníamos nada…
Nunca hemos tenido la relación perfecta, simplemente somos dos seres que en la vida se encontraron y decidieron caminar juntos.
Un camino que no fue precisamente fácil, nos vimos desarraigados y más de una vez, desnudos ante la adversidad cubriéndonos el uno al otro con tan solo un abrazo y así, sentir que podíamos contra todo.
También discutimos, nos enfadamos y nos dijimos cosas que deberíamos haber callado.
También nos perdonamos.
Y en este mar de tempestades y calma continuamos de la mano, salvándonos el uno al otro.
Siempre aportaste mucho más que yo a esta historia, sumando incluso cuando yo restaba. Es nuestra historia, una historia de dos pero que, sin tu paciencia, tu tolerancia y tu capacidad de amar por sobre todas las cosas, no hubiese salido bien.
Después de todos estos años seguimos enseñándonos y aprendiéndonos, dedicándonos horas de conversaciones para tratar de entendernos y apoyarnos, para seguir descubriéndonos y permitiéndonos tiempo para aceptarnos…
… con la seguridad que nos da el calor del hogar.
… con la alegría de saber que alguien te espera.
… con la certeza de que, a pesar de muchas cosas, hemos hecho la elección correcta.
Marcelo, feliz perfecto e imperfecto amor.