A mi soledad.
Querida amiga,
Tú que me conoces mejor que nadie,
tú, qué a pesar de querer esquivarte tantas veces, me has dado encuentro... hoy te busco.
Déjame refugiarme en ti, en tu paz y en tu socorro.
En tu silencio que se materializa en el sonido de las olas cuando acarician las rocas, en el aire que atraviesa las hojas, en la lluvia... o el fuego cuando arde en la leña...
Esos pequeños momentos de felicidad donde solo el diálogo conmigo misma da lugar a palabras.
Te necesito querida compañera, sólo contigo encuentro sosiego.
Largas caminatas con mi mirada perdida en el horizonte, que por momentos se vuelven a mis huellas y me atormentan pensando en el tiempo pasado, en mis errores... en tantos interrogantes.
Preguntas y preguntas a las que me cuesta encontrarles respuesta, o por el contrario, que las tenga tan claras que el miedo me vuelva incapaz de reconvertirlas.
Querida amiga, presióname el pecho para adormecerlo y que mi corazón desacelere, calme y tranquilice.
Que encuentre luz para seguir latiendo y emocionarse.
Retornar a esas huellas y que a partir de ahora al mirar atrás las perdone, las tome de la mano y me acompañen hacia adelante.
Será un camino difícil, pero ¿alguna vez fue fácil?
No, no lo fue, sólo que la costumbre ha hecho su trabajo implantando una rutina y anestesiando sentimientos.
Es hora de reinventarse.
Querida amiga, no me sueltes la mano.