Cuando ya no queda nada.
Y el cristal se rompió.
Se rompió dejando ver una realidad distinta.
Esa mirada ensimismada en el escaparate, de deseo, casi de adoración, de repente empieza a desteñir.
Empieza a darse cuenta de que aquello tan bonito que alguna vez logró materializarse, que llegó a ser tangible ahora se le escapa entre los dedos.
Cuando miraba de una manera diferente, creyendo tocar el cielo con los ojos, y hoy esa otra mirada ya no le devuelve lo mismo.
Cuando tocaba sus manos y le erizaba la piel, hoy fría como un témpano.
Cómo podía pasar tanto tiempo hasta darse cuenta?
Podían pasar millones de besos y cientos de caricias...
...y continuaba ahí, inmovilizado y desconsolado, intentando darlo todo para recibir al menos un pobre "te quiero".
Se daba cuenta, ¡claro que se daba cuenta!, pero ahí permanecía mirándola con deseo a sabiendas de que ella caminaba a su lado absorta, inconquistable, imposible...
Y el cristal se rompió en mil pedazos... y nunca más volvió a ser lo mismo.
Y el cristal se rompió en mil pedazos... Y ya todo fue irremediablemente inalcanzable.