Entra sin llamar.
Si quieres toca el timbre o golpea la puerta..., o mejor, entra sin llamar.
Todo el tiempo entra, pasa y sale gente de nuestra vida. Como si de una película se tratara, distintos personajes la atraviesan sin parar.
Están los que piden permiso,
los que solo aparecen un momentito para curiosear,
los que se atreven y se lanzan sin pensar,
los que se asoman a tu alma de puntillas, cautelosos, para conocerte un poco antes de dar el primer paso...
... y los que pasan, sin más, desapercibidos.
Y como en todas las pelis, en la vida también están "los buenos y los malos", los que llegan a nuestras vidas para situarnos como "aprendices" dejando marcas irreversibles en el alma.
Dicen que cuando dejamos de lado las emociones y empezamos a tratar a las personas como maestros, comprendemos que ninguna relación es una pérdida de tiempo, porque las malas son las que te preparan para las buenas.
Están de un lado las personas que nos enseñan a no ser como ellas. El espejo sobre el que proyectamos aquello que no somos capaces de ver en nosotros mismos. Las que nos enfadan y las que, a través de la frustración, el desengaño y la decepción nos dan las mejores lecciones.
Y del otro lado están esos locos con los que apetece caminar a la par, aquellos que junto a ti hacen un ensamblaje perfecto en el cual encajan risas y complicidades, en el que todo suma, hasta lo no tan bueno, y en donde no hay espacio para restar.
Esas personas que te ayudan a descubrirte sin maldad, sin confrontación, desde el afecto más profundo y sincero. Con las que la comunicación se convierte en un privilegio y enriquecen tu mundo.
Esas son las personas que con sus semillas te hacen florecer cada día.
... y finalmente hay una persona mucho más importante que debemos aprender a conocer, aceptar y respetar, la única persona que siempre nos acompañará, la que nos pide amor a gritos y a la que nunca debemos dejar escapar...
...nosotros mismos.