Juicio.
Esta historia llegó a mi un día cualquiera, y sentí que tenía que escribirla, simplemente porque hay historias que merecen ser contadas...
"Ella nunca había sido de juzgar a nadie. Por el contrario, siempre pensó que no era justo que alguien venga a decirte si estás o no equivocado…
Pero hubo un momento en el que se (des)encontró con ella y cayó en la trampa, mirando desde fuera pensó que lo que le estaba ocurriendo a aquella mujer era fruto de sus errores, que algo habría hecho mal, que se lo habría buscado.
¿Qué sabía ella?, nada, no sabía nada, solo que en su mapa mental no había cabida para lo que no estaba bien, o al menos, para lo que ella creía que no estaba bien.
Manteniendo la voz del juicio en su interior y creyéndose con tal derecho, la sentó en el banquillo de los acusados y caminando a su alrededor se sintió dueña de la verdad, sentenciando duramente solo un hecho, sin saber lo que había detrás.
Y después de miles de interrogantes sobre qué había llevado a esa mujer a equivocarse tanto, se preguntó a sí misma ¿por qué ella la estaba juzgando?
Nunca se lo dijo, en el fondo creía que no le correspondía, que, a pesar de sentirse con ese derecho, había algo por dentro que le decía que no lo expresara con palabras, así y todo, lo pensó y la juzgó.
La juzgó en silencio, pero lo hizo, y esta vez, por ventaja o desventaja, el silencio jugó a su favor.
Pero llegó el "pero", la palabra clave, la palabra más tonta y a la vez jodida, porque de repente, la vida, que es como es, caprichosa, irónica, in(justa) se trae entre manos un rayito de luz azul en forma de mirada, triste, dulce y serena que se cruzó con ella, una vez, dos, tres…, suficientes para que en un segundo aquellas convicciones ya no tengan sentido.
Sosteniendo sus miradas la estrofa de una canción les entonó bajito: "un día de estos tendremos que vernos a oscuras, la piel no conoce otra forma para ir resolviendo las dudas…"
Y bebió de donde "no se podía". Y se enamoró...
…cuando no debía,
...de quien no debía.
Sin explicaciones, sin motivos, sin porqués.
Por mucho que peleó en su contra, no consiguió el más mínimo beneplácito con ella misma. La culpa la arrastró convirtiéndose en su peor castigo. Pensó que no era justo tanto sufrimiento, y por el contrario de aquella mujer, ahí estaba la vida dándole la cachetada, sin indulgencia, sin ninguna razón a lo que le estaba pasando..., y le costó entender que no había nada por entender".
Sus ojos ya no la dejaron hablar.
Espero que algún día pueda perdonarse, de momento sigo viéndola caminar alrededor del banquillo de los acusados, pero la que ahora está sentada ahí, es ella misma.