Ojos sordos. Oídos ciegos.
De repente un día lo que formaba parte de tu presente pasa a ser tu pasado. Todo se vuelve un poco más difícil cuando hablamos de pasado. Los recuerdos, se asoman en canciones, en lugares, en palabras, y jugando al escondite con ellos evitamos escucharlas, leerlas o esquivamos aquella esquina con tal de no hacernos daño… pero…
Pero.
Que palabra tan simple.
Te quiero, pero…
Que palabra tan amarga.
Me gustaría, pero…
Que palabra tan cobarde.
Conversando conmigo misma me pregunté, ¿tú qué harías?, y me quedé en silencio.
Escribí la pregunta e hice un pequeño barquito de papel lanzándolo al océano de mi interior. Ahí lo dejé navegando solo y al cabo de unos días lo rescaté con la certeza de sentir que quien te quiere de verdad no necesita excusas.
Y me sentí libre.
Di vuelta la pregunta y pensé en aquello que yo no haría.
Cuando amo no quiero consejos que no he pedido, no quiero advertencias de los que creen saberlo todo del amor, ni tampoco las opiniones amenazantes de un "te lo dije", tan solidario como hiriente.
Conseguí romper el silencio haciendo ojos sordos y oídos ciegos, y pensé, "no, no quiero eso".
Quiero un corazón que te susurre al oído lo que siente, que abrace la locura y así, con la desesperación de un inmigrante que salta la valla en busca de libertad, echar a correr cubierta por una lluvia de lágrimas a buscarte con el único anhelo de volver, sin "peros", a cruzar tu mirada con la mía.