Olvidar...
Eran los dos puntos extremos de una madeja y en el medio una suma de historias, cual más, cual menos, todas sentidas... se aprendieron a amar pero no se enseñaron a olvidar.
Dos vidas distintas y una atracción en común.
Sus miradas conectaban más allá de lo físico, descubriéndose libres, haciéndose etéreos…
Entre ellas no había cabida para nada más que el silencio de sus caricias.
Una mezcla de rabia con la vida por haber propiciado tarde su encuentro, culpa por salirse de lo correctamente establecido, y en sus corazones las sonrisas que danzaban entre baile y baile, dejando huella en cada uno de sus latidos.
Nadie tenía derecho a juzgarles porque la vida ya se encargaba de ello.
Ella se inducía canciones cuando necesitaba como en un vuelo rasante acabar entre sus brazos.
El no podía dejar de pensarla cuando hurgaba la soledad en sus bolsillos.
Ella se quedaba en blanco y negro con él presa de su mirada, mientras que él llenaba su vida de color con ella.
Ella llevaba su perfume impregnado en todos sus sentidos.
El sentía como una melodía el taconeo de sus botas…
Ella le hablaba de él a sus desvelos…, mientras él la soñaba despierto.
Libraron alguna que otra batalla y se refugiaron en pequeños rinconcitos de paz…, en un baúl lleno de caricias veloces y besos escondidos, y de soslayo la pretensiosa intención de hacerlo infinito...
... pero llegó el
momento...
Olvidarla. Olvidarlo. Olvidarse…
En una charla y un café, aún presos de un sentimiento, decidieron dejar anclados sus
corazones a la tierra, recogiendo los pedazos rotos, y recomponiendo un
último beso para dejarse a cero…
… y en un suspiro que les cerró los ojos un adiós se adueñó de ellos.