Solo... diciembre...
Y llegó diciembre, silbando bajito, en minúsculas y sin alardes, una palabra más...
Con sus calles adornadas, sus luces extravagantes y su consumismo desmedido.
¡Sonríe!
Tienes que sonreír porque ¡es diciembre!, aunque las sonrisas sean estudiadas, o de pose para la foto.
Tienes que enviar mensajes, ¡no puedes estar en diciembre y no mandar mensajes!, aunque sea uno en cadena para que nadie se ofenda...
Tienes que ser bueno, es el mes donde se ayuda, se colabora, no se discute, donde todo fluye, donde todo es felicidad.
¡Anímate, estás en diciembre!, tienes que hacer promesas…, diciembre no existe sin nuevos propósitos; me pongo a dieta, hago ejercicio, ahorro, o simplemente decido no enfadarme más… ¡venga ya!, como si fuera tan fácil.
Pero no importa, tu promete, que luego cuentas con otros once meses por delante para disculparte contigo mismo por no haberlo conseguido.
Tienes, tienes, tienes..., pero, te apetece?
Un mes de deseos en exceso y de excesos porque sí.
Es el mes de los disparates que pretenden tener sentido, y ¡oye!, que tener buenas intenciones está bien, pero si son menos ostentosas y podemos llevarlas a cabo ¿estaría mejor, no?, yo creo que sí.
Es el mes de Papá Noel, ese viejecito que llega cargadito de regalos con su trineo desde Laponia, o eso nos han vendido, que a lo mejor el tío vive en el Caribe tan a gusto, no sé…
Yo cada vez me identifico más con ese muñequito verde y peludo con cara de pocos amigos, pero que conste que no odio la navidad ¿eh?, solo que no me gusta aquello en lo que se convierte la gente fingiéndome sonrisas, mandándome mensajes obligados o repitiéndome cual mantra cada vez que me encuentran por la calle, un, "tenemos que vernos más".
¡Holaaaaa!, que estoy aquí, que no me fui.
Así que si me disculpáis el único propósito que voy a seguir teniendo, sea diciembre, abril, julio o septiembre… es seguir compartiendo con los míos, con los de siempre, con los que me doy un chapuzón en la playa, camino bajo la lluvia o tiemblo de frío en invierno.
Con los que no tengo fecha de caducidad.
Con aquellos que, aunque por circunstancias veo poco, sé que están ahí.., y sobre todo...
… con los que no sé más que sonreír de verdad.