Una tarde cualquiera en un pueblo pesquero.
Una tarde de domingo cualquiera, sin más, un paseo entre amigos en un pueblo pesquero.
Caminando sus calles y viendo pasar la vida como si de una película se tratara.
Cuantas historias a mi alrededor...
Una pareja caminaba inmersa en una discusión, un grupo de adolescentes sentados en la arena con sus risas contagiosas, una madre descalza corriendo tras su pequeño, un caballero educado pidiendo limosna, una pareja haciéndose una foto y otra un poco más allá comiéndose a besos completamente ajenos a todo, un hombre cabizbajo caminaba sobre su tristeza mientras dos mujeres a su lado hablaban de las vicisitudes de la vida.
Una camarera no podía más con las exigencias de la gente, y en el escenario un joven interpretaba canciones de Manuel Carrasco. A pocos metros dos niños jugaban al escondite, felices...
Observando la escena me quité los zapatos y bajé a la arena, caminé a la orilla y empecé a andar sin rumbo fijo mientras el vaivén del mar mojaba mis pies, refrescando mis pasos.
Caminé con la mirada fija en el horizonte, sin pensar en nada..., hasta que el sonido de los gritos y la música se hicieron murmullos.
Al otro lado el sonido del mar en calma. Me senté en la arena y dejé que pasen los minutos absorta en mis pensamientos, me dejé acariciar por la brisa del atardecer... y me di cuenta de lo mucho que me hacía falta una caricia..., entonces me envolví con un pañuelo suave que me cubrió del frío y en unos instantes un entramado de recuerdos empezaron a soltarse entre lágrimas y risas...
Estamos hechos de historias.
Emprendí mi paseo de vuelta con los zapatos en la mano y mi pañuelo en la espalda. Volviendo sobre mis huellas, las que el agua no había borrado aún.
Y empecé a sentir poco a poco el murmullo de la gente, que seguía igual, como si los minutos no hubiesen pasado. Haciendo lo mismo. La misma escena.
... la voz del chico, que seguía interpretando melodías, hace que me quede quieta, intentando entender la letra de una canción a la que nunca le hubiera prestado atención..., y cuando casi no te había pensado hasta el momento, te hiciste presente en mi retina mientras su letra y sus acordes decían:
...me paro en este renglón para decirte que te quiero...
Una tarde de domingo cualquiera en un pueblo pesquero.