Zapatos.
Hace tiempo atrás, alguna vez me calcé…
… los enormes zapatos de mi padre que me hacían tambalear por la casa ante los gritos de mi madre que horrorizada, me advertía de caerme con ellos,
… las pantuflas de mi abuela que me hacían sentir mayor,
… las zapatillas que con algún que otro agujero o remiendo no podía dejar de usar en mi adolescencia,
… los escarpines de mis hijos con los que abrigué mis dedos simulando un caminito por tu brazo,
Así como todo, cada zapato tiene su momento y su historia. Pero si quieres conocer la mía no lo intentes calzándote en mis zapatos.
Compañeros de largas caminatas y testigos de confesiones, me han hecho alguna herida y me frenaron cuando he querido comerme el mundo.
¡No, mis zapatos no te los presto!
Mi andar es muy particular, tiendo a volcar el pie de lado como así también algunas ideas preconcebidas, por eso no, no te los recomiendo, no vaya a ser que te hagan cambiar el rumbo de tus convicciones.
Ponértelos no te sumergiría en mis penas, mis dudas, mis miedos y mis angustias, tampoco te harían bailar con la misma alegría que lo hicieron conmigo, ni tropezar con mis piedras…
Así que deja mis zapatos para mí, con mis agujeros, mis (d) olores y mis heridas.
Ponértelos no te haría comprenderme, quizás solo juzgarme, aunque siendo sinceros, para eso tampoco es necesario porque juzgar está ya a la altura de cualquiera con solo mirarte o pasarte por al lado...
Tus historias pueden ser mías.
Todos tenemos una bolsa llena de "porqués" para definir cada una de nuestras acciones, así que de nada sirve que te pongas mis zapatos para recorrer mi camino, solo ven, siéntate a mi lado y charlemos, y quizás, solo quizás entre palabra y palabra, entre huella y huella…
…pueda apenas abrirse un diminuto espacio para "entender" algunas cosas…
P.D.: Porque en esta vida es mejor dejar huellas que cicatrices... ¿no?